jueves, 21 de septiembre de 2017

El Bar



De La Iglesia le pasa lo que a Ridley: Tiene un par de obras maestras y todo lo demás que hace lo medimos en relación a El día de la bestia y La Comunidad.

Es injusto, Alex, pero es lo que hay. Si te sirve de consuelo, no todos los cineastas dejan perlas imperecederas en la vitrina.

Veamos que más hace este director: Películas de arranque vigoroso, desarrollo chulo pero en descenso y un último tramo de desbarre que les pone el borrón, aun siendo notables. En ese lote podemos colocar fácilmente a Balada triste de trompeta y a  Las brujas de Zugarramurdi (que a mí me encanta hasta que aparece Venus).

Películas coherentes de principio a fin, pero fallidas, por malas o por decepcionantes: Muertos de risaCrimen Ferpecto800 balas y El Bar.

El Bar tiene tres debilidades evidentes: La sobre-explotación del personaje mendigo, la explicación de la premisa (Los pájaros, hombre, Los pájaros) y la búsqueda suicida de una coherencia interna que le sienta a este cineasta como a un santo dos pistolas.

Por eso las buenas sensaciones duran menos que otras veces, los bajones de ritmo se notan más, el desenlace se hace demasiado largo. Con todo, el tinglado aguanta porque el director rueda con nervio indudable y edita lo rodado sacando oro hasta de la mierda.

Tiene otra en cocinas (Perfectos desconocidos). Si esa no entra en el selecto club de sus obras maestras, Alex De La Iglesia debería parar después a leerse unos cuantos guiones ajenos. 

Pero si entra, también.

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