lunes, 3 de febrero de 2014

La gran estafa americana



En el flamenco existe un recurso estilístico para los que tratan de abrirse paso que consiste en cantar imitando el timbre y el fraseo de un grande. Cantar por Farina, cantar por Molina, cantar por Camarón,... o cantar por Scorsese, cuando uno se pone flamenco en Hollywood para rodar cine "jondo" sobre el american way.

Eso ha hecho David O. Rusell, que después de películas no demasiado originales pero aseadas y con el aliño justo de novedad y de tópico (o sea, The Fighter y El lado bueno de las cosas), ha encontrado territorio para su ambición en una historia que suena a Scorsese, pero sin serlo del todo. Estéticamente muy setenta, por supuesto, con peinados, postizos, fiestas, música, suites de hotel, chicas locas y vertiginosas, política podrida, federales y hasta su pizca de mafia. Pero O. Rusell quiere dar con el punto de acidez adecuado al nuevo milenio y tira un poco de las riendas cada vez que la cosa parece desbocarse. No importa, porque tiene el gran reparto del año y unos papeles bien escritos en un guión hábil y generoso (a veces demasiado). La Lawrence repite loca con el director, pero mucho más precisa que en la última. Los escotes de la Adams pueden quitarle o darle el Oscar, y los tres machos del momento (solo falta Ryan Gosling), se dejan afear a conciencia para sacar tajada en pantalla.

Tiene que salir Robert De Niro en la mejor secuencia de la película para demostrarles quién cojones manda aquí. Y Martin todavía se está carcajeando, por no enviar al nuevo chico listo a sus abogados.


2 comentarios:

  1. El único momento de auténtica tensión lo pone el maestro.
    Curiosamente es su hoja de servicios con Scorsese la que más ayuda a ello.
    Si que es un chico listo el O. Rusell éste...

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  2. Pues mucho desarrollo y ropero para un desenlace sin desgarro, y le sobra media hora

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