viernes, 20 de diciembre de 2013

Mucho ruido y pocas nueces


Ponerse estupendo con las estrellas de calificación a cualquier película que se alimente de los libretos de Shakespeare es una tendencia que ya debería empezar a revisarse. El bardo es genial, no vamos a discutir eso a estas alturas, pero sus tramas y diálogos valen para según qué cosas.

No basta con tener la feliz idea de trasladar la intriga amorosa a tiempos actuales, vestir de traje y corbata a los protagonistas, hacerlos llegar en coche de alta gama a la casa donde se desarrollarán las situaciones y filmarlo todo en blanco y negro, incluyendo piscina, canciones pop y copas de cóctel.

Sobre todo, porque la idea no es tan feliz. No existe una sola razón favorable para hacerlo (salvo la del ahorro presupuestario), cuando lo que muestra esta fórmula no es la vigencia de la obra sino su lejanía insalvable. Quizá si el director Joss Whedon hubiese tenido en cuenta que los hechos suceden en la siciliana Mesina, esa "guerra" recién terminada, los hombres enchaquetados, el hermano intrigante y la novia en entredicho hubiesen aguantado un salto de siglos. Y Benedicto hubiese brillado como un original consigliere.

Nunca lo sabremos. Aunque, para experimentos con Shakespeare en su faceta italiana, me inclino más por el de los Taviani en el talego y su César debe morir.


2 comentarios:

  1. La he visto, a pesar de tu crítica.
    El que hace de Benedicto es clavao a Pierce Brosnan de joven ¿no?

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