viernes, 4 de octubre de 2013

Mi primera boda: protagonismos equivocados



Los argentinos, no sé si por el acento o la mezcla racial, parece que casi siempre se las saben todas. Y no digamos en pantalla. Su cine, adelgazado a veces por las crisis económicas del peronismo perpetuo, nunca ha dejado de brillar. Lo ha conseguido con el drama sobre la dictadura, con la comedia psicoanalítica, con el cine policíaco de europea sequedad. Con dinero propio y en coproducción. Con Alteiro, Luppi, Darín y Peretti, arropados siempre por actrices apabullantes como la Leandro o la Bertuccelli.

Tienen cantera, tienen paisaje, tienen raíces, ciudad, corrupción, lumpen y pijerío. Pueden construir cualquier trama con solvencia y llevarla a puerto. Pero hasta un bonaerense con presupuesto holgado (excelente animación para el inicio), puede equivocarse y el director Ariel Winograd lo ha hecho con esta historia de Patricio Vega que carece del punch, la simpatía y la pericia rítmica del cine argentino, clásico o reciente.

Los novios están faltos de encanto, lo que dicen a cámara también, el lío es idiota, los secundarios más y así en un ochenta por ciento del metraje. Pero ¿qué hay del otro veinte por cierto? Que lo ocupan Marcos Mundstock y  David Rabinovich, los viejos amigos de Les Luthiers, subidos en un coche de camino a la boda, encarnando a un sacerdote y a un rabino que van a celebrarla conjuntamente pero de tapadillo, por vínculos de amistad o compromiso con las familias de los contrayentes, el uno judío, la otra católica.

Ahí tenía el director una buena película, de personajes en auténtico conflicto cómico, suspicaces, pacientes, resabiados, en la piel de dos de los mejores humoristas vivos del planeta. Esa tenía que haber sido la primera boda. No la de los novios, que confío en que no lo hagan más, sino la de quienes les casan después de dar mil vueltas por los alrededores de la finca en la que esperan los estúpidos protagonistas y sus estúpidos invitados.

¿Lo de Imanol Arias? A medio camino entre un buen personaje y un estúpido papel.

Si al menos la marcha nupcial hubiese sido de Mastropiero...


1 comentario:

  1. Yo a Les Luthiers los consumo aunque sea en píldoras.
    Y sí, son lo único que vale de esta película más bien boba que desperdicia lo mejor que tiene.
    Se nota especialmente cuando llega al fin el momento de la ceremonia y tiene a esos dos cómicos disponibles frente al resto de personajes y no los utiliza.
    Con lo bien que hubiera quedado un speech de Mundstock saboteado por Rabinovich

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