lunes, 9 de enero de 2012

Un dios salvaje


Polanski se encierra como suele en sus mejores películas y recurre a un buen libreto teatral y a cuatro actores de primera fila para mostrar con humor y crueldad lo que hay bajo la cáscara de la corrección política en el mundo avanzado. Lo hace en menos de 80 minutos y puede que le sobren tres o cuatro.

Al final, los límites a su ansiada armonía se los pone a sí misma la humanidad salvaje: Antes de revestirse de modales, los niños se dan de hostias en el parque y resulta curioso lo de los modales, porque después de un par de whiskys los padres también se liberan de ellos.

En fin corrosión concisa, divertida y un punto deprimente. Para rubricarlo, hay un quinto personaje: el teléfono móvil. De hecho, es quien cierra la discusión.

Os dejo, que me está sonando.


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