martes, 21 de junio de 2011

Un cuento chino

A veces tiene uno la tentación de pensar que el cine español debería destinar el grueso de sus presupuestos, privados o públicos, a financiar películas argentinas. Porque si uno repasa las coproducciones de los últimos años entre estos dos países podrá comprobar que algunos de los mejores títulos recientes del cine hablado en nuestra lengua han salido de esa alianza: Martín Hache, Lugares comunes, La ciénaga, El hijo de la novia, Kamchatka, El secreto de sus ojos... Y añadámosle a esas las que son argentinas al completo, como Tiempo de valientes, Un novio para mi mujer, Nueve reinas,...

En muchas de ellas, el protagonista corre a cargo de Ricardo Darín, un actor descomunal que además elige bien y sabe exactamente cómo decir, escuchar y mirar en cada película que enfrenta. La última, este Cuento chino, una pequeña joyita que rescata personajes y situaciones que ya han tenido su éxito en Hollywood (Mejor imposible, Gran Torino,...) pero que conjugados en el acento porteño de "la puta que los parió" se perciben aún más desesperados, divertidos y sinceros.

Un cuento chino no es una gran película, no subraya las actitudes de sus protagonistas, ni tiene momentos imponentes, ni escenarios lucidos (y los que lo son no pertenecen a la peripecia central). Incluso se pega un patinazo explicativo en su último tramo que no redondea el argumento sino la imperfección del film. Pues, con todo y eso, el conjunto es delicioso. Darín contando los clavos de cada caja que le envía el proveedor para ver cuántos faltan (siempre faltan), o zafándose como puede de su enamorada, o mandando a su habitación al muchacho chino cada vez que se bloquea, convierte esta hora y media en todo un espectáculo sin apenas salirnos de su ferretería. Y una vez fuera de ella, enfrentado a burocracias bonaerenses y chinas, el honesto misántropo rezuma humanidad nuevamente.

Tan seguro está el director de su pequeña película y su inmenso actor que ni siquiera subtitula el chino en español, salvo en los créditos. Para entonces la vaca nos ha caído encima, y estamos encantados de que así sea.

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