martes, 27 de julio de 2010

TOY STORY 3: El “toque” Pixar.


No tengo ni idea de cómo trabajan en Pixar la ingente cantidad de horas que deben echarle a cada película que sale de fábrica. A lo mejor aquello es un infierno oculto tras la sonrisa de Lasseter y su núcleo duro, pero me inclino a pensar que desde el gran jefe hasta el último aprendiz -currando todos sin parar, eso sí-, deben pasárselo en grande. Que cuando de un ordenador sale una genialidad de tres segundos, se forma corrillo para verla. Corrillo procedente de otros despachos en cuyos ordenadores se fabrican otros fragmentitos igual de geniales. Porque, aunque esto va a sonar un poco Ken, creo que sólo desde el amor puede concebirse un cine así.

Existe un viejo ejercicio de cinematografía comparada para distinguir los niveles posibles de genio, que tiene como protagonistas a Billy Wilder y Ernst Lubitsch. El método consiste en especular sobre una estupenda secuencia hipotética vista por cada uno de ellos. En la de Wilder, un camión de riego enfila una calle de París con las primeras luces del amanecer. A mitad de la calle, una pareja se besa apasionadamente. El camión llega hasta ellos y los moja al pasar, pero los amantes continúan besándose, abstraídos completamente en su pasión. Es un recurso de guionista hermoso y genial. Ahora veamos que podría hacer Lubitsch con esa misma secuencia: El camión de riego enfila una calle de París con las primeras luces del amanecer. Para su conductor, es final o comienzo de turno, no lo sabemos. Pero algo adormecido por cualquiera de esos dos supuestos, repara no obstante en la pareja que se besa a mitad de la calle. El conductor se acerca a ellos, pero antes de alcanzarles, detiene el riego del camión para no mojarles y, una vez rebasados, vuelve a accionarlo para continuar su trabajo sin que los amantes adviertan nada, abstraídos como están en su pasión. El genio en grado sumo. El toque Lubitsch.

Pues aquí tenemos la diferencia entre todas las grandes películas que se estrenan cada año y las que estrena Pixar: El “toque”.

La última entrega de Toy Story es una explosión de genio absoluto, que obtiene y entrega el máximo en cada línea del guión, en cada personaje, en cada fondo del decorado, en cada objeto, en cada movimiento. Humor, amistad, terror, melancolía,… vida. A un ritmo insuperable y en mágico equilibrio. Todo lo que se le puede pedir al cine cabe en esta película descomunal que pone en evidencia la inutilidad de ciertas sagas demasiado duraderas.

Dicen que en Pixar corren apuestas sobre quien será el primero de sus equipos que la cague. Es la única forma de jugar cuando nadie es capaz de competir en tu liga: Competir contra ti mismo. Hasta el infinito y más allá, claro.

Ni 3D, ni leches. El “toque” Pixar.

3 comentarios:

  1. El toque mágico, la gracia, la elegancia y todo lo que se pueda decir es poco para esta gozada de Pixar, y eso que yo era bastante excéptico con ella, puesto que no soy un grandísimo fan de las anteriores.
    Se disfruta desde el primer momento hasta el último. No cae en lugares comunes y cierra una saga de forma grandiosa.

    Es un ejercicio de narrativa muy sólido donde todo cabe y nada sobra.

    Bueno vamos un gustazo.

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  2. Amen, hermano. La verdad es que ya es hora de reivindicar el toque Pixar de la misma forma que ese legendario toque Lubitsch que tan bien has ilustrado...

    Con permiso de Origen, no por redonda sino por su atrevimiento, sentido del riesgo y la impronta que creo que ésta ultima puede dejar en el cine que se haga en el futuro, no cabe duda que de momento Toy Story 3 es la gran película del año. La complejidad, inteligencia y lucidez que desprende a cada plano es un baño tal de buen cine que uno corre el riesgo de sufrir algo parecido al mal de Stendhal pero en versión 35 mm: en medio de la mediocridad reinante, es complicado sobrevivir a semejante despliegue de belleza y talento

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  3. Amén, amén.
    De Origen hablamos enseguida.

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