lunes, 14 de junio de 2010

VINCERE


Marco Bellocchio vuelve a las carteleras españolas para contarnos la historia oculta de la primera esposa de Mussolini. Su vida se convierte en la metáfora perfecta de una época pasional e iracunda. Porque además, ella se llama Ira. Y después de apoyar a Benito en sus andanzas políticas hasta la 1ª Guerra Mundial y darle un hijo, se encuentra de sopetón con un segundo matrimonio que no sólo es ilegal, sino que -para dejar de serlo- la apartará primero y la reducirá al papel de loca después, mientras su amado elimina las pruebas de la infamia y atenaza a Italia con un fascismo de opereta que lo empapará todo de ardor, miedo, belicismo y sangre.

La película, producida en gran parte por la Rai, tiene inicialmente un tufillo a serie de época para televisión, suntuosa y recortada para su estreno en cine. Falta un poco de fluidez en el montaje y algunos datos imprescindibles para el espectador no-italiano se echan en falta. Pero a medida que el personaje central (Ira Dalser, interpretada por Giovanna Mezzo) absorbe la película, la narración se depura y crece para retratar una derrota personal y colectiva, la de Ira y la de toda Italia, cuando la verdad se convierte en la primera víctima y todo lo demás viene por lógica de inmediato y a peor.

Con una ambientación de calidad inglesa y una música bella, pero demasiado presente, la película ofrece algunas secuencias espléndidas (la primera aparición de Mussolini, la bomba penetrando en forma de humo del que surge la multitud aterrorizada, el interrogatorio psiquiátrico, las cartas arrojadas a la nieve…) y otras demasiado guiñolescas. Pero su mayor acierto viene del uso de las imágenes de archivo de aquella Italia desproporcionada, donde no hay personaje más de guiñol que el auténtico Mussolini, el hombre que empieza siendo de carne y hueso, capaz -a su manera- de amar y ser amado, y termina por ser un fantasma en blanco y negro, una mera imagen de primera plana o noticiero cinematográfico, inalcanzable y demoledora.

1 comentario:

  1. Gracias por regalarnpos esta crítica que despierta mis deseos, históricos y fílmicos, de ver esa obra.
    Las últimas novedades de la cartelera, recogiendo el debate de tu crítica anterior, nos dejan un muy pobre resultado de calidad cinematográfica, esoty contigo. Ya que estamos en un foro de cine español y americano, conviene hacer un paralelismo que no por claro es menos doloroso. Mientras las mentes privilegiadas del séptimo arte norteamericano apartan el riesgo, desalojan a los nuevos guionistas con ideas propias y se ceban en remakes, adaptaciones de videouegos y copias baratas de producciones añejas, el cine patrio tampoco se queda corto. El estreno el pasado viernes de Camapamento Flipy me parece una catástrofe para la industria, lo siento por ella, no la he visto ni la veré, pero huele a tontería típica, a nuestro cine casposo y graciosete, a lo peor de nosotros mismos. Seguro que luego se deja ver, pero me hace pensar que nuestros guionistas y productores son más perezosos y aún menos valientes que los del otro lado del charco. Mientras el científico loco, apoyado por una plataforma de tv, saca una peli pueril y absurda los cajones y las trituradoras de papel de las productoras revientan de giones interesantes de desconocidos que nunca dejaran de serlo. Estamos bastante peor que ellos.

    Al hilo de todo esto me pregunto ¿porqué tenemos tanto miedo a hacer cine de género en España? casi no se hace y cuando alguién se atreve sale un peliculón como La Distancia de Dorronsoro, que es más conocida por ser el primer largo del Duque (Miguel Ángel Silvestre) que por sus méritos cinematográficos. Además aquella aguantó escasamente una semana en cartelera y puede que el público español, bastante adocenado en muchas ocasiones, convierta a Flipy en todo un fenómeno de este extraño verano que se aproxima. Perra vida......

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