miércoles, 7 de octubre de 2009

El preestreno del año


Ayer estuve en el preestreno de Ágora, la esperadísima superproducción de Amenábar. Había ambientuqui en las escalinatas de los Kinépolis, a qué negarlo. Alfombra roja a todo pasto, antorchas en ascenso, estatuas alejandrinas de una cartón piedra más que resultón, faro mítico a escala 8/10,… Y astros de diferente importancia cósmica o social.

Allí estaba por ejemplo el alcalde de Madrid recibiendo olímpicos abrazos de pésame que, como se prolonguen unos días más, le obligarán a un bando municipal aclarándole a la tropa que no se le ha muerto su abuela. Algún ministro en activo, algún ex ministro glotón, algún vice despistado, un poquito de oposición en su versión más beautiful… Y gente guapa de oficio y de relleno (a lo mejor no, pero es que lo del corazón lo tengo atrasadísimo). Naturalmente, los fotógrafos se hincharon. Caramba, no había visto tanto fotógrafo desde la fiesta escolar de mis hijas, aunque estos eran más jóvenes y profesionales.

Como es lógico, fue también mucha gente de cine: El reparto en pleno (bellísima Rachel), Jose Luis Cuerda (el primer padrino de Alejandro), Miguel Bosé, Mariano Barroso, Ana Milán, Alaska, Javier Cámara,… la lista es larga pero no tiré de libreta, pues también había que cazar canapés y no estaba fácil. Un amigo entrenado calificó el catering de cumpleaños infantil (por seguir con las analogías paternofiliales), pero siendo un poco más benévolos digamos que estaba más en la línea de la facción cristiana y oscurantista del Ágora que de las decadentes delicias imperiales de la Biblioteca.

Sonará un poco snob, pero estas cosas, cuando se llevan unos cuantos prestrenos en la culata del colmillo, cobran su importancia.


De todos modos, se trataba sobre cualquier otro reclamo de ver la película de los 50 millones de euros. Así que salimos de la zona vip por donde nos habíamos colado y enfilamos hacia el patio de butacas. Todas las salas estaban a tope y con los mejores asientos reservados. Quizá por eso, Amenábar tuvo la deferencia de pasarse por allí a desearnos una experiencia celeste y al fin, cuando el culo empezaba a quejarse, empezó la peli.

De eso hablaremos luego, que he quedado con mi Hipatia particular.

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